A mí, que la política (y los políticos) me da sarpullido,
considero al Sr. Suárez el mejor presidente democrático de nuestra breve
historia, pero me temo que también sea el mejor que nunca lleguemos a ver, y
además, el que es capaz de crear consenso aún en la hora de su fallecimiento
D.E.P.
El representaba la derecha civilizada de este país. Con él
se fue no se si para siempre, pero la verdad es que está ocurriendo con la
muerte de Suarez-salvando lo que haya que salvar- como con el duelo por
Mandela: fueron muchos que le clavaron puñaladas con un odio terrible. A partir
de él, salió la derecha montaraz y su compañera clerical inseparable.
También le tenemos que agradecer la ley del divorcio, se
libra que los meapilas que ayer lo traicionaron hoy pidan su beatificación.
A Aznar, Rajoy y toda la tropa les ha faltado poco para ir a
hacerse la foto y chupar cámara. Esos personajes, su partido y todo lo que
representan nada tienen que ver con Adolfo Suárez, ni son un ejemplo de nada
que nos convenga a los ciudadanos de a pie. Vaya vergüenza de personas, que
solo están en política porque llevan en los genes el trinqueo.
Para elevar a Suárez falta hacer justicia y completar la
obra que él comenzó a construir. Falta cerrar una herida que todavía está
abierta. Y no dar nombre a un aeropuerto.
Rajoy está muy callado, ¿motivo?, se da cuenta cual es la
figura de un Presidente, pese a su fallecimiento; también le pesa en su
silencio la honestidad de Suárez al lado de su trama mafiosa que aunque
pretende en estos momentos de esconder.
La muerte de Adolfo Suarez, solo ha servido para hacer que
nos olvidemos de las penurias que estamos pasado y, darse ellos unos días de
asueto para poder colgarse alguna medallas de pago, como si en lugar de hundir
y expoliar al país, lo hubieran levantado.
Las alabanzas no hay que hacerlas
cuando uno muere, si no en vida y durante la vida de Adolfo Suarez que en paz
descanse solo tubo críticas de los mismos que ahora lo alaban..( Aznar criticó
duramente a Suárez en los ´80 y ´90. Ahora, su mujer Ana Botella se alegra con
el aeropuerto Adolfo Suárez. Patéticos. Falsos). Esta demostración de afecto de
la gente dice mucho del sentir del desamparado de ahora con estos políticos que
tenemos.
Puedo vomitar y vomito. Esta es, simplemente, la
consecuencia de la náusea que me provoca ver al President de Catalunya
instrumentalizar de un modo tan rastrero el funeral de Adolfo Suarez. El prefijo
que designa su cargo es "molt honorable" pero el sr. Más en su
compulsiva demencia de compararse con Gandhi, con M. Luter King o con
cualesquier otro insigne prohombre de la historia de la Humanidad que se tercie
(según el caso) en pro de su cruzada, junto actitudes irreflexivas e
irrespetuosas como la que nos ocupa, se empeña sistemáticamente en vaciar de
contenido su significado.
Hacer el ridículo, en nombre de Catalunya, no debiera
salirle gratis a un sujeto que trabaja solo para los libros de historia y al
que, por cierto, ya se le está poniendo cara de estatua. Ojala los catalanes se
den cuenta de ello a tiempo.
Las exequias fúnebres del Presidente Suárez todo un ejemplo
de respeto al laicismo. La religiosidad del personaje forma parte de su ámbito
privado. Tiene que aprender Rajoy y sus ministros, especialmente Gallardón y
Fernández.
Ya lo nombraron duque de Suarez y podía haber ocupado
butacones a porrillo. Ahí tienes a sus sucesores, viviendo de la sopa boba...
Fue eterno y duro para la familia el Alzheimer de Suarez.
Pues imaginemos sin el salario de expresidente y sin ninguna ayuda de la ley de
dependencia.
A cada cual según sus méritos y sus responsabilidades. Si fue
el presidente de la transición y por ello se le honra, también por ello se le
nombra. De su carácter abierto y tolerante no queda la menor duda.
Ahora, después de los honores, de los parabienes de los
traidores, de los que odian a España, a la Transición, de los cainitas, de los
corruptos, hay que volver a la anormalidad de una nación que no sabe qué es, si
un concepto discutido y discutible, un reino de taifas, una cueva de Alí Babá.
Volvamos a la anormalidad. A dividirnos, a escuchar a una pandilla de vulgares
representantes del pueblo leyendo papeles o diciendo cosas ramplonas,
repetitivas, con el manual del márquetin, volvamos a los jueces ideologizados,
a los nombrados por sus jefes políticos. Volvamos a la hipocresía, a las
puñaladas traperas, a las manifestaciones por la dignidad destrozándole el
coche a un pobre trabajador o el bar de la esquina que todavía no pagado sus
trampas.
Volvamos al contubernio banquero, político, sindical, contra los
pobres ahorradores, volvamos a escuchar a unos intelectuales, salvo dos o tres,
que están a la altura de los políticos. Volvamos a un periodismo servil ante el
poder político, donde se destituyen directores porque son demasiados duros con
la monarquía impoluta, en fin volvamos a esta nación agónica.
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